martes, 20 de agosto de 2013

Amistades

Inesperada llamada la de ese viejo amigo. Ha suplido con gracia a la que en realidad había estado esperando con urgencia, con inquietud. Me ha conectado de nuevo por un instante con el mundo sacándome de esa añoranza de presencia. ¿De quién? Pregunta Iom, un recuerdo saltarín que gusta de frecuentar los pensamientos durante las llamadas telefónicas. Quienes, le respondo mientras observo sus muecas. Pienso. Dos mujeres son parte importante de mí todos los días y recién me di cuenta por la mañana que no sé nada de sus vidas desde hace mucho tiempo. Hallé un entrañable obsequio de una de ellas en el librero e inmediatamente recordé a la otra, pensé que me encantaría verlas y charlar con ellas toda una tarde y quizá parte de la noche, solo que la gran enemistad entre ellas descartó la imagen del trío bajo una puesta de sol. Admito que eran ellas quienes siempre me mantenían al tanto de sus vidas y agradecía que así fuera. Pero no tengo carta, llamada o algo que me indique su presencia en mi vida como ya dije, desde hace mucho tiempo. ¿Habré tenido qué ver? Mis constantes olvidos y desantenciones tal vez, esos que sólo resultan de esas cosas que no sé hacer y que la amistad exige al menos, de vez en cuando. 

No sé qué ha dicho mi viejo y muy querido amigo, me parece que no ha cuestionado mi silencio y algún monosílabo que si acaso he dejado escapar; me doy cuenta que está por despedirse y se apodera de mí un acto desesperado por recuperar la charla, me acerco totalmente al teléfono, me dejo caer con prisa en el sillón de junto, escucho atento su voz. Es tarde, en un abrir y cerrar de ojos mi amigo me ha externado afecto y tan solo he alcanzado vagamente a responder con un "y yo a ti, no sabes cuanto" antes de que colgara. Reencuentro es la palabra que relampagueante recorríó muy lento mi cuerpo (contrario a lo que normalmente creería), haciendo pausas repentinas a cada centímetro. No pude distinguir nunca si era una continuidad del mismo rayo lírico o si surgía uno nuevo en el tramo vecino. Quietud... y escamas. Desde siempre, escamas.

sábado, 22 de junio de 2013

Poquete jaus

Una vez le pensé culpable de cantarle siempre esta canción. Nunca se la canté, me va a decir. Cierto, nunca se la canté a usted, más debe saber que la he cantado siempre en honor al recuerdo de aquellos primeros días cuando le conocí. Quería decirle que ayer, amé haberla escuchado mientras usted se hallaba sentado frente a mí con la mirada perdida en su recuerdo. Y luego cuando me miró tranquilamente, le sonreí de la misma manera. ¿Por qué nunca le diré nada? Sólo sé que una especie de calma me llena al no hacerlo, aunque persista la duda.

Siento haber tenido que soltarle un rato luego de que la noche voraz nos tragó con hermosura, cuando caminábamos de nuevo entre la ferocidad del mundo. Usted sabe de mi necesidad de dirigirme allí en soledad. He llegado al refugio. Luisa, la araña, me ha preguntado porqué hoy canto tan bonito.

jueves, 3 de enero de 2013

Sí, para usté


6
Yo sé que por alguna causa que no conozco estás de
viaje,
un océano más poderoso que la noche te lleva entre
sus manos
como una flor dispersa…
Tu retrato me mira desde donde no estás,
desde donde no te conozco ni te comprendo.
Allí donde todo es mentira dejas tus ojos para mirarme.
Deposita entonces en mí algunas de esas flores que te
han dado,
alguna de esas lágrimas que cierta noche guiaron mis
ojos al amanecer;
también en mí hay algo tuyo que no puede ver nadie.
Yo sé que por alguna causa que no conozco te has ido
de viaje,
y es como si nunca hubieras estado aquí,
como si sólo fueras —tan pronto— uno de esos cuentos
que alguna vieja criada
me contó en la cocina de pequeño.
Mienten las cosas que hablan de ti
tu rostro último me mintió al inclinarme sobre él,
porque no eras tú y yo sólo abrazaba aquello que el
infinito retiraba
poco a poco, como cae a veces el telón en el teatro,
y algunos espectadores no comprendemos que la
función ha terminado
y es necesario salir a la noche lluviosa.
Más acá de esas aguas oscuras que golpean las costas
de los hombres,
estoy yo hablando de ti como de una historia
que tampoco conozco.

"Oscura palabra" (fragmento), José Carlos Becerra, 6 de febrero de 1965, México.