Una vez le pensé culpable de cantarle siempre esta canción. Nunca se la canté, me va a decir. Cierto, nunca se la canté a usted, más debe saber que la he cantado siempre en honor al recuerdo de aquellos primeros días cuando le conocí. Quería decirle que ayer, amé haberla escuchado mientras usted se hallaba sentado frente a mí con la mirada perdida en su recuerdo. Y luego cuando me miró tranquilamente, le sonreí de la misma manera. ¿Por qué nunca le diré nada? Sólo sé que una especie de calma me llena al no hacerlo, aunque persista la duda.
Siento haber tenido que soltarle un rato luego de que la noche voraz nos tragó con hermosura, cuando caminábamos de nuevo entre la ferocidad del mundo. Usted sabe de mi necesidad de dirigirme allí en soledad. He llegado al refugio. Luisa, la araña, me ha preguntado porqué hoy canto tan bonito.